Adicción a internet y trastornos de salud mental en estudiantes de secundaria de una región peruana: una cruz

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Mar 23, 2023

Adicción a internet y trastornos de salud mental en estudiantes de secundaria de una región peruana: una cruz

Volumen de Psiquiatría de BMC

BMC Psychiatry volumen 23, Número de artículo: 408 (2023) Citar este artículo

Detalles de métricas

Determinar la asociación entre el trastorno por adicción a internet (TAI) y la sintomatología ansiosa y depresiva en estudiantes de secundaria de dos colegios privados de Chiclayo, Perú, durante la pandemia por COVID-19.

Investigación transversal analítica de 505 adolescentes de dos escuelas privadas. Las variables dependientes fueron la ansiedad y la sintomatología depresiva, medidas con el Cuestionario de Depresión Adaptado de Beck (BDI-IIA) y el Inventario de Ansiedad de Beck (BAI), respectivamente. La principal variable independiente fue la DAI, medida con el instrumento Internet Addiction Test (IATI). Se calcularon razones de prevalencia (RP) e intervalos de confianza del 95% (IC95%).

La edad promedio fue de 14,16 años y el 54,9% eran mujeres. 22,2% y 3,2% presentaron DAI leve y moderada; respectivamente. El 9,3% presentó sintomatología de ansiedad severa y el 34,3% depresiva severa. En la regresión simple, los adolescentes con DAI leve, moderada y severa presentaron 19% (RP = 1,19; IC 95%: 1,05-1,35), 25% (RP = 1,25; IC 95%: 1,02-1,53) y 53% (RP = 1,47;IC 95%: 1,47-1,60) mayor prevalencia de sintomatología depresiva; sin embargo, esta asociación no se mantuvo en el modelo múltiple. La ansiedad aumentó un 196 % en adolescentes con DAI grave (RP = 2,96; IC95 %: 1,86–4,71).

Encontramos que 2, 1 y 3 de cada 10 estudiantes presentaban DAI, sintomatología depresiva y ansiedad, respectivamente. No encontramos asociación entre la DAI y la sintomatología depresiva, pero sí con la ansiedad. Entre los factores asociados al desarrollo de sintomatología depresiva se encuentran el sexo masculino, la presencia de trastornos alimentarios, el insomnio subclínico, el uso de dispositivos por más de 2 h y el uso de Internet para actividades académicas. Respecto a la ansiedad, los factores asociados son el sexo femenino, la presencia de trastornos alimentarios, el insomnio subclínico y el uso de Internet como interacción social. Recomendamos implementar programas de asesoramiento ante la inminente introducción de Internet como pilar en la educación.

Informes de revisión por pares

En diciembre de 2019, se informó el primer caso de neumonía desconocida en China, posteriormente denominada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como enfermedad por coronavirus (COVID-19) [1]. Se han informado más de 600 millones de casos confirmados y más de 6 millones de muertes [2]. En Perú se implementaron medidas de contención para mitigar el aumento de contagios a través del aislamiento social y cuarentenas [3] debido a sus efectos comprobados en la reducción del número de contagios y muertes [4]. Sin embargo, estas medidas que mantienen a las personas en casa han condicionado el aumento del uso de internet a través de dispositivos electrónicos (computadoras, celulares, tabletas u otros dispositivos con pantalla) [5] que se establecieron como el único medio de comunicación, sin embargo, su exceso lleva a la consecuente aparición de trastornos de salud mental (ansiedad y depresión) [6,7,8], que se presenta en mayor medida en los adolescentes debido a su vulnerabilidad psicológica [9].

A nivel mundial, antes de la época del COVID-19, el uso de internet era del 57,0% [10], reportan que en el contexto de la pandemia ha aumentado hasta el 70,0% [6]. Según estadísticas peruanas, el 79,4% de la población se conecta diariamente a Internet, mientras que el 76,8% corresponde al grupo de edad de 12 a 18 años (estudiantes de secundaria) [11]. Similar a lo encontrado en México (6 a 17 años), con una intensidad de uso de 5 ha día [12]. Resultado avalado por un metaanálisis realizado en tiempos de COVID-19 mostró un rango de exposición a una pantalla de 5 a 10 h por día [9] en adolescentes. Convirtiendo este tiempo de exposición en un factor de gran impacto en la salud [6], ya que el desarrollo de agresividad [13], predice riesgo suicida [14], mayor psicopatología y más dificultades temperamentales [15] que han sido mayores en el tiempo de confinamiento. En relación a la prevalencia del trastorno por adicción a internet (IAD), se han reportado de 3.5% y 6.2% en contexto de pandemia en estudiantes europeos [16], a diferencia de lo encontrado en estudiantes asiáticos de secundaria con 24.4% [17] . En cuanto a la prevalencia de trastornos de salud mental (ansiedad y depresión) en adolescentes, la prevalencia antes de la pandemia oscilaba entre el 11,6 % y el 12,9 %, respectivamente [18, 19]. Sin embargo, el aislamiento de la pandemia ha incrementado la prevalencia de ansiedad al 24,2% entre los adolescentes de 13 a 16 años [20], de igual forma, y ​​la depresión al 16,0% [21]. Los resultados están respaldados por un metanálisis que informó una prevalencia del 25,9% y el 20,5% en ansiedad y depresión, respectivamente [22], que fue mayor en adolescentes mayores y niñas.

En cuanto a la asociación entre la DAI y el desarrollo de trastornos de salud mental en escolares, se ha encontrado una asociación positiva entre ambas variables [23]. Estudios europeos y asiáticos muestran que la asociación fue positiva [24, 25], así como otras investigaciones que encontraron que la DAI es un factor influyente para el estrés, la depresión, la ansiedad y la soledad [26]. Estos resultados están respaldados por diferentes metanálisis realizados en el contexto de la pandemia de COVID-19 [9, 27, 28]. Sin embargo, los estudios realizados en otros contextos presentaron una serie de limitaciones. Uno de ellos es una pequeña muestra; otros no demostraron de manera concluyente la asociación de interés ya que estudios previos no han estimado medidas de asociación [29] y en el contexto de la pandemia, habiéndose enfocado solo en población adulta [27, 30] y en escolares de contextos distintos al peruano [31 ,32,33].

Centrándonos en una población inexplorada como es el alumnado de secundaria, además del aumento del uso de Internet, da una urgente necesidad de intervenir desde la educación, ya que existe el riesgo de que esta situación se pueda mantener en la edad adulta [34]. Por lo anterior en este estudio tenemos como objetivo determinar la asociación entre la DIA y la presencia de trastornos de salud mental en estudiantes de secundaria de una región peruana.

Realizamos un estudio transversal analítico en escolares de dos colegios privados de Chiclayo, Perú, para evaluar si la DAI se asocia con trastornos de salud mental (sintomatología depresiva y ansiedad). La recolección de datos se realizó durante el período agosto-noviembre de 2021. En este período caracterizado por el cierre de escuelas debido a la segunda ola de la pandemia del COVID-19 en Perú, las escuelas brindaron educación a distancia a los escolares para evitar la propagación del SARS-CoV -2. Particularmente en el departamento de Lambayeque se mantuvieron estrictas medidas obligatorias de distanciamiento social ya que fue severamente afectado por el COVID-19 en la primera ola de la pandemia [35].

La población de estudio estuvo constituida por 810 escolares matriculados de dos colegios privados de primero a quinto año de nivel secundario del año académico 2021 (N1=630 y N2=180). Las dos escuelas incluidas en el estudio están en Chiclayo, una ciudad urbana en la región costera de Perú.

Nuestro objetivo fue reclutar un tamaño de muestra de 408 participantes con un nivel de confianza del 95 %, un poder del 90 % y un margen de error del 5 %. Con base en las tasas de prevalencia estimadas del 42 % en el grupo no expuesto y del 58 % en el grupo expuesto, calculamos el tamaño de muestra requerido. También consideramos una tasa de rechazo del 10 % por parte de los padres y las escuelas, lo que llevó a un tamaño de muestra ajustado de 490 participantes. Finalmente, reclutamos un total de 505 estudiantes de ambas escuelas, que van desde el primer hasta el quinto año del nivel secundario, utilizando un muestreo no probabilístico de bola de nieve. El número mínimo de estudiantes reclutados por este método fue de 28, mientras que el número máximo fue de 251.

Se incluyeron estudiantes que estaban matriculados en el año académico 2021, asistían regularmente a clases virtuales y tenían acceso a internet en casa para sus actividades educativas. Se excluyeron los estudiantes cuyos padres informaron que sus hijos tenían una patología psiquiátrica diagnosticada, los que habían perdido a un familiar muy cercano a causa del COVID-19 en los últimos 6 meses (por el impacto potencial en la salud mental y el bienestar de los estudiantes), los que no no dieron su consentimiento informado para que sus hijos participaran en el estudio, y los escolares que no dieron su consentimiento para participar en el estudio. Finalmente, obtuvimos una muestra de 505 estudiantes entre las dos instituciones privadas (n1 = 381 y n2 = 124), lo que representó el 62.3% de la población Fig. 1.

Diagrama de flujo de selección de participantes

Las variables dependientes fueron la sintomatología depresiva, definida con el Instrumento de Depresión de Beck cuando se obtiene una puntuación igual o superior a 7 puntos, y la ansiedad, definida operativamente como una puntuación igual o superior a 22 puntos obtenida del Instrumento de Ansiedad de Beck.

La principal variable independiente fue la adicción a Internet, definida operativamente como una puntuación superior a 30 informada por el estudiante a través de las respuestas al Instrumento de prueba de adicción.

Las covariables fueron personales, donde se investigó edad en años, sexo (masculino, femenino), índice de masa corporal (bajo peso, normal, sobrepeso, obesidad) luego de obtener peso (en kilogramos) y talla (en metros). autorreportado, insomnio (no, insomnio subclínico, clínico moderado, clínico severo), frecuencia de consumo de tabaco y alcohol (alguna vez en la vida, en el último año, en el último mes), autoestima (no, sí), conducta alimentaria (no, sí), tiempo en el dispositivo de internet (menos de 1 h, 1 a 2 h, 2 a 3 h, 3 a 4 h, más de 4 h), uso de internet para interacción social (no, sí), uso de Internet para jugar (no, sí), uso de redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, Snapchat, Tinder y Tiktok) y actividad física. Adicionalmente, exploramos variables educativas: año de estudio escolar (primero, segundo, tercero, cuarto, quinto), autoinforme de haber reprobado asignaturas durante sus años de secundaria (no, sí) y autoinforme de uso académico de la Internet (no, sí).

Beck Depression Inventory Adapted (BDI-IIA): es un instrumento que evalúa la gravedad de los síntomas depresivos en personas mayores de 12 años en las últimas dos semanas. Consta de 21 ítems, con respuestas tipo Likert a los que se les asigna una puntuación de 0 (no me siento triste) a 3 (estoy muy triste y me siento mal). Según los puntos de corte: una puntuación total menor o igual a 6 es sintomatología depresiva mínima; de 7 a 11, es sintomatología depresiva leve; 12 a 16, es sintomatología depresiva moderada; 17 a 63, es sintomatología depresiva severa [36]. La puntuación suma de 0 a 63 puntos al final. Su validación en Perú se realizó en estudiantes universitarios entre 16 y 36 años, donde se obtuvieron resultados de análisis factorial con dos factores (CFI = 0.97; IFI = 0.98; NFI = 0.83; NNFI = 0.97), consistencia interna de 0.90 y estabilidad muy aceptable [37,38,39]. Se ha utilizado para evaluar la salud mental en la población adolescente/general durante la pandemia en América Latina [40, 41].

Inventario de Ansiedad de Beck (BAI): Su objetivo es evaluar los síntomas ansiosos en personas mayores de 12 años. Consta de 21 preguntas, con respuestas tipo Likert a las que se puntúa de 0 a 3: o = normal, 1 = leve, 2 = moderada , 3 = grave. Con puntos de corte, donde: 0-21 = ansiedad leve, 22-35 = ansiedad moderada; más de 36 = ansiedad severa [42]. Su validación en Perú se realizó en estudiantes de secundaria de una región peruana, donde se obtuvo un alfa de Cronbach de 0.89 [43]. Se ha utilizado para evaluar la salud mental en la población adolescente/general durante la pandemia en América Latina [44, 45].

Internet Addiction Test Instrument (IATI): el instrumento original creado por Young tiene 20 ítems y mide seis factores: dominio, uso excesivo, abandono del trabajo, anticipación, falta de control y abandono de la vida social [46]. Utiliza una escala tipo Likert de 0 a 5, dependiendo del comportamiento que describe “nunca”, “pocas veces”, “ocasionalmente”, “frecuentemente”, “muchas veces” y “siempre”. Validado en una muestra de adolescentes escolares de Lima-Perú [47], con un Alfa de Cronbach de 0.84. Se ha utilizado para evaluar TAI en la población adolescente/general durante la pandemia en América Latina [48, 49].

Insomnia Severity Index (ISI): Es un instrumento que consta de 7 preguntas y estima los síntomas, preocupaciones y efectos que produce el insomnio. Cada pregunta tiene respuestas tipo Likert puntuadas de 0 a 4 (p. ej., 0 = ningún problema; 4 = problema muy grave), dando una puntuación total de 0 a 28 [50]. Con puntos de corte basados ​​en la versión original, donde: una puntuación de 0 a 7 lo clasifica como sin insomnio; de 8 a 14, insomnio por debajo del umbral; 15-21, insomnio clínico de gravedad moderada; 22-28, insomnio clínico grave [51]. Fue traducida al español en un estudio con estudiantes de medicina mostrando un α de Cronbach = 0,82 [52].

Escala de Autoestima de Rosenberg (RSES): Consta de 10 preguntas, donde 5 están dirigidas de forma positiva (ítems 1, 3, 4, 7 y 10) y 5 de forma negativa (ítems 3, 5, 8, 9). y 10). Tiene 4 formas de respuesta a las que se les asigna una puntuación: muy en desacuerdo = 1, en desacuerdo = 2, de acuerdo = 3 y muy de acuerdo = 4 [53]. Las puntuaciones van de 10 a 40 puntos, una puntuación más alta indica autoestima alta. Para su validación en Perú se utilizó una población conformada por 931 estudiantes entre 11 y 18 años pertenecientes a colegios públicos y privados de Lima Metropolitana. La consistencia interna se obtuvo mediante el coeficiente H, dando valores > 0,80 [54].

Escala de Autoinforme de Actitudes y Síntomas de Trastornos Alimentarios (EAT-26): Es un instrumento que evalúa el riesgo de presentar trastornos alimentarios en adolescentes y adultos de ambos sexos. Conformado por 26 preguntas que se subdividen en 3 dominios: Alimentación que corresponde a los ítems: 1, 6, 7, 10, 11, 12, 14, 16, 17, 22, 23, 24, 25, bulimia y preocupación por la comida corresponde a los ítems: 3, 4, 9, 18, 21, 26, y control oral corresponde a los ítems: 2, 5, 8, 13, 15, 19, 20 [55]. Las respuestas tienen 6 alternativas puntuadas en sentido positivo con los síntomas: Siempre = 3, Muy a menudo = 2, A menudo = 1, A veces = 0, Pocas veces = 0 y Nunca = 0, solo la pregunta 25 tiene sentido inverso. Una puntuación superior a 21 sugiere una evaluación más exhaustiva. Su validación en estudiantes de una Universidad Privada de Trujillo con base en el coeficiente de Omega (w) mostró una confiabilidad de 0.90 [56].

Cuestionario de Actividad Física para Adolescentes (PAQ-A): Su objetivo es evaluar la actividad física del adolescente en los últimos 7 días. Consta de 9 ítems que se puntúan en una escala de cinco puntos, donde 1 = bajo nivel y 5 = alto nivel de actividad física [57]. Las primeras 8 preguntas son útiles para puntuar y la pregunta 9 te permite conocer los motivos por los que no realizaste actividad física esa semana [58]. La puntuación total es el valor medio de los puntos obtenidos, a mayor puntuación mayor actividad física [57]. Fue validado en Perú a través de un estudio aplicado a 690 estudiantes de secundaria de colegios del distrito de San Martín de Porres quienes reportaron un alfa de Cronbach de 0.80 [59].

Para garantizar el control de calidad de los datos, tomamos varias medidas. En primer lugar, diseñamos el cuestionario online utilizando la plataforma Google Forms. En segundo lugar, obtuvimos la autorización de los representantes de la escuela, explicamos el propósito de la investigación y aseguramos el cumplimiento de los principios éticos de los participantes. En tercer lugar, realizamos un estudio piloto con 50 estudiantes de las escuelas participantes utilizando cuestionarios estandarizados previamente validados para asegurar un proceso de recolección de datos óptimo. Administramos los cuestionarios en un ambiente tranquilo y cómodo y brindamos instrucciones claras para garantizar la coherencia y la precisión. Para lograr esto, contamos con asistentes de investigación capacitados que explicaron los objetivos de la encuesta tanto a los padres como a los estudiantes antes de su administración.

Para llegar a la población estudiantil, solicitamos a los representantes escolares que distribuyan el cuestionario en línea a todos los estudiantes matriculados en el año académico 2021 a través de la plataforma educativa en línea utilizada durante la pandemia de COVID-19. La encuesta fue autoadministrada por los propios estudiantes sin apoyo de padres o profesores durante su realización. La encuesta se difundió durante las semanas sin exámenes y las horas de receso entre las clases virtuales, y los estudiantes tenían un máximo de 15 min para completarla.

Exportamos la base de datos recopilada de Google Forms en formato Excel. Posteriormente, analizamos los datos en el programa estadístico STATA v.17.0. Utilizamos estadística descriptiva, según la naturaleza de las variables. Se estimaron frecuencias absolutas y relativas para las variables categóricas. En las variables numéricas reportamos la mejor medida de tendencia central y dispersión, luego de evaluar la distribución normal.

En el análisis bivariado, evaluamos la asociación entre los resultados de salud mental y la DAI, así como las covariables categóricas mediante la prueba de chi-cuadrado, después de evaluar la asunción de frecuencias esperadas. En el caso de las variables numéricas se utilizó la prueba de la t de Student, previa evaluación del supuesto de distribución normal; en caso contrario, la prueba U de Mann Whitney fue útil.

Para investigar la asociación entre los trastornos de salud mental y la DAI y el resto de las covariables de interés, estimamos razones de prevalencia (PR) e intervalos de confianza del 95% utilizando modelos lineales generalizados (GLM), familia de distribución de Poisson, función de enlace logarítmico y varianza robusta , en el análisis de regresión simple y múltiple. En el modelo multiplex final, usamos las covariables como ajuste para la asociación de interés (IAD y trastornos de salud mental). Se evaluó la colinealidad entre las variables de confusión incluidas en el modelo múltiple final.

Este trabajo de investigación fue revisado y aprobado por el comité de ética en investigación de la Universidad de San Martín de Porres Oficio No. 391-2021). Se garantizó la confidencialidad de la información proporcionada por los estudiantes, utilizando base de datos anonimizada. Se solicitó consentimiento informado a los padres de los menores encuestados, informando la finalidad del estudio y no divulgando ningún dato personal. Adicionalmente, se solicitó el asentimiento informado a los escolares cuyos padres autorizaron su participación.

No brindamos información sobre depresión o adicción a Internet a niños en edad escolar, padres o maestros después de la recopilación de datos para evitar cualquier daño o estigmatización potencial. Sin embargo, ofrecimos a la administración de la escuela ya los padres la oportunidad de recibir los resultados del estudio y participar en sesiones informativas sobre el tema.

De 505 adolescentes evaluados, la edad media fue de 14,16 años, el 54,9% eran del sexo femenino, el 21,8% cursaban el primer año de estudios y el 30,9% refirió haber reprobado algún curso. 28,7% y 1,6% reportaron haber consumido alcohol y tabaco alguna vez en la vida; respectivamente. El 17,4% presentaba algún trastorno alimentario y el 3,6% presentaba insomnio clínico moderado. El 48,7% reportó usar dispositivos por más de 4 ha día para conectarse a Internet. 47.9% y 27.9% mencionaron utilizar Internet con fines académicos y de interacción social; respectivamente. En cuanto al uso de las redes sociales, la mayoría utiliza Facebook (67,5%) e Instagram (55,6%); El 22,2% (IC 95% = 18,6%—26,1%) y el 3,2% (IC 95% = 1,9%—7,6%) presentaron DAI leve y moderada, respectivamente Tabla 1.

El dieciocho punto cuatro por ciento (18,4 %, IC del 95 % = 15,9 %—21,5 %) y el 9,3 % (IC del 95 % = 6,4 %—14,1 %) tenían ansiedad moderada y grave, respectivamente. Mientras que el 34,8% (IC 95% = 30,9%—37,7%) y el 29,7% (26,2%—33,2%) presentaron sintomatología depresiva severa y leve, respectivamente Tabla 1.

Los adolescentes con DIA severa y moderada presentaron 34,8% (100% vs 65,2%; p = 0,032) y 16,1% (81,3% vs 65,2%; p = 0,032) mayor frecuencia de sintomatología depresiva, respectivamente, en comparación con los adolescentes que no la tenían. presente DAI. El resto de variables que se asociaron a sintomatología depresiva fueron sexo (p = 0,015), consumo de alcohol (p = 0,028), trastorno alimentario (p < 0,001), insomnio (p < 0,001), uso académico de Internet (p = 0,002) y uso de Internet para jugar (p = 0,011).

La frecuencia de ansiedad fue 7% (100% vs 24,3%) y 75,7% (31,3% vs 24,3%) mayor en adolescentes con DIA moderada y severa; respectivamente, en comparación con adolescentes que no presentaron DAI. Además, el sexo (p = 0,002), el trastorno alimentario (p = 0,005), el insomnio (p = 0,001) y el uso de Internet para relacionarse socialmente (p = 0,048) se asociaron con sintomatología depresiva en los adolescentes evaluados Tabla 2.

En el análisis de regresión simple observamos que la prevalencia de sintomatología depresiva aumentó un 19% (RP = 1,19; IC95%: 1,05-1,35), un 25% (RP = 1,25; IC95%: 1,02-1,53) y un 53% ( PR = 1,47 IC 95%: 1,47-1,60) en adolescentes con DAI leve, moderada y grave; respectivamente. Sin embargo, en el modelo múltiple no se encontró la asociación.

Los factores asociados a una mayor prevalencia de sintomatología depresiva fueron sexo masculino (RP = 1,15; IC 95%: 1,08-1,23), consumo de alcohol (RP = 1,07; IC 95%: 1,01-1,13), tener un trastorno alimentario (RP = 1,25; IC 95%: 1,08-1,44), tener insomnio subclínico (RP = 1,28; IC 95%: 1,12-1,46), usar dispositivos de 2 a 3 h (RP = 1,26; IC 95%: 1,02-1,56), 3 a 4 h (RP = 1,50; IC 95%: 1,14-1,99) y más de 4 h (RP = 1,33; IC 95%: 1,11-1,60); y utilizan Internet para actividades académicas (RP = 0,85; IC 95%: 0,74-0,98) Tabla 3.

En cuanto a la ansiedad, encontramos que los adolescentes con DIA leve, moderada y grave aumentaron un 50% (RP = 1,50, IC 95%: 1,08-2,09) y un 311% (RP = 4,11; IC 95%: 3,35-5,05), la prevalencia de ansiedad, en el modelo simple. En el modelo múltiple solo se mantuvo la asociación en la DAI severa, ya que los adolescentes con esta condición presentan un 196% más de prevalencia de ansiedad (RP = 2,96; IC95%: 1,86-4,71); en comparación con aquellos que no tienen IAD. Adolescentes del sexo femenino (RP = 1,42; IC 95%: 1,01-2,01), las que presentaban un trastorno alimentario (RP = 1,37; IC 95%: 1,01-1,87), insomnio subclínico (RP = 1,42; IC 95%: 1,01- 2,01 ) y el uso de Internet como interacción social (RP = 1,31; IC 95%: 1,07-1,61) se asocia con una mayor prevalencia de ansiedad Tabla 3.

Encontramos que casi un tercio de los escolares presentaba alguna DAI (25,9%), siendo la DAI leve la más frecuente (22,2%). Cuando se compara con estudios en tiempos no COVID, es similar a lo informado por Chi X. et al. en China, donde estudió a 532 adolescentes, y se obtuvo una prevalencia del 22,6% en DAI [60]. Thabel J et al. encontraron que el 43,9% de los adolescentes tunecinos presentaban DAI [61]. Sin embargo, difiere de lo encontrado por Seyrek S. et al. quien estudió a 468 escolares, donde se encontró que el 1,6% de los estudiantes presentaba DAI [24]. En Perú, Rosana Lluén, evaluó a 800 estudiantes de 1° a 5° año de secundaria en cinco colegios nacionales, encontrando que el 8,5% padece DAI, se encontró riesgo de DAI en el 25,7% [62] y otro estudio realizado en nuestro país encontró que el 52,3% de los estudiantes encuestados de 4° y 5° grado de secundaria presentaron un nivel medio del IAD [63].

Mientras que en estudios durante la pandemia de COVID-19, lo que Min-Pei Li evidenció es similar. en su investigación realizada en Taiwán con 1060 estudiantes, donde encontró que la prevalencia de DAI era del 24,4% [64]. Resultado similar al evidenciado en Perú con una prevalencia del 21,4% de DAI en estudiantes universitarios [65]. Sin embargo, difiere de lo reportado en México, mostrando que el 62.7% presentaba DAI de la población general [66], de igual forma en Ecuador con una prevalencia del 51.0%, teniendo como población a estudiantes universitarios [67]. La prevalencia de la DIA se debe a que, durante la pandemia de COVID-19, internet se convirtió en una herramienta fundamental que ha mantenido la comunicación remota entre personas a través de redes sociales, videoconferencias y videojuegos; aumentando el número de horas diarias en internet, provocando que el uso excesivo de estos recursos lleve a la DAI en los adolescentes [68].

Encontramos que casi 7 de cada 10 escolares presentaban síntomas depresivos (68,8%) y sintomatología depresiva severa (34,3%). Los resultados de los estudios en tiempos de la pandemia de COVID-19 fueron inferiores a los encontrados por Manar Al-Azzam et al. en estudiantes de secundaria en Jordania, donde el 72,4 % tenía sintomatología depresiva de leve a grave [69]. Además, es similar a lo evidenciado por Zeng Zhang et al., quienes recopilaron datos en tres escuelas secundarias de una provincia china, donde encontraron que la prevalencia de síntomas depresivos leves a severos era del 52,4 % [70]. Sin embargo, difiere del estudio de Peng Xiaodan et al. quien estimó que el 16,3% de los estudiantes tenían sintomatología depresiva utilizando el Cuestionario de Salud del Paciente (PHQ-9) [71]. La alta prevalencia de sintomatología depresiva, principalmente sintomatología depresiva severa, podría explicarse por el cambio de la vida social al aislamiento debido a la pandemia del COVID-19, ya que el cambio repentino en los estilos de vida, y sobre todo el impedimento para salir e interactuar con otros. personas, el miedo a enfermarse o perder a un familiar contribuye al desarrollo de síntomas depresivos en los adolescentes, más aún en aquellos más vulnerables psicológicamente. Esto se corrobora porque muchos metaanálisis sugieren que la prevalencia en niños menores de 13 años es del 2,8% y aumenta al 5,7% en adolescentes y adultos jóvenes [72].

Además, encontramos que casi 3 de cada 10 escolares presentaban ansiedad, y el 27,7% presentaba ansiedad moderada-grave. Al compararlo con estudios en tiempos no COVID encontramos que es similar a lo reportado por Ospina et al. quien inscribió a 538 escolares entre 10 y 17 años, donde el 28,3% presentó síntomas sugestivos de ansiedad [73]. Sin embargo, es menor a lo encontrado por Thabel J. et al., quienes estudiaron a 253 adolescentes, concluyendo que la ansiedad está presente en el 65,8% de los adolescentes [61]. Mientras que en estudios en tiempos de la pandemia de COVID, nuestros hallazgos son similares a lo descrito por Zeng Zhang et al., donde encontraron que la prevalencia de síntomas de ansiedad leves a graves fue del 31,4% en adolescentes escolares chinos [70]. Finalmente, nuestro resultado está respaldado por la evidencia según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para adolescentes latinoamericanos con una prevalencia de ansiedad del 27,0% 74. Sin embargo, difiere del estudio realizado por Peng Xiaodan et al., quienes utilizó el Cuestionario de Trastorno de Ansiedad Generalizada (GAD-7), en un total de 39.751 escolares chinos, obteniendo que la prevalencia de síntomas de ansiedad es del 10,3% [71]. Diferentes situaciones pueden explicar la prevalencia de ansiedad en nuestro estudio, una de ellas es la edad de los estudiantes, siendo la edad promedio de 14.16 años, a esta edad la prevalencia de ansiedad es mayor, debido a que se encuentran en una transición de la niñez a la vida adulta. . La presencia de ansiedad también se produciría por la incertidumbre laboral y el miedo a enfermarse que probablemente presenten sus padres, lo cual es captado por los adolescentes, según lo reportado por UNICEF, el 30,0% de los adolescentes se ven influenciados emocionalmente por su situación económica, generando ansiedad. [74]. Asimismo, el nivel de ansiedad podría estar provocado por la educación a distancia o virtual impuesta como medida para reducir el número de contagios por COVID-19, lo que explica hasta un 30,0% de la presencia de ansiedad [75] y otras patologías (estrés) [ 76].

Si bien en los modelos múltiples no se evidenció una asociación entre la DIA y la sintomatología depresiva, en el modelo simple encontramos que los escolares con DIA leve, moderada y severa tenían una prevalencia de sintomatología depresiva 19,0%, 25,0% y 53,0% mayor , respectivamente. Este resultado es avalado por un estudio realizado en tiempos de la pandemia de COVID-19, que tampoco encontró asociación de la DIA con sintomatología depresiva en el modelo de regresión logística, a pesar de que la proporción de escolares con sintomatología depresiva fue mayor en aquellos con DIA [64]. Sin embargo, difiere de otro estudio peruano previo a la pandemia que demostró una asociación estadísticamente significativa entre la DAI y la sintomatología depresiva (RP: 2,17; IC 95%: 1,84 – 2,55, p = 0,001) [77]. También es contrario a lo encontrado por Seyrek S. et al. quien encontró una correlación positiva entre IAT y depresión en adolescentes turcos [24]. Ostovar S. et al. En su investigación realizada en Irán, encontró que los adolescentes con niveles más altos de DAI tenían niveles más altos de depresión [25]. Nuestra asociación entre la DIA y la sintomatología depresiva podría explicarse por el contexto de pandemia que provocó el aislamiento y la transición a la educación virtual, que produjo un mayor uso de Internet y un aumento de los síntomas depresivos, por lo tanto, para algunas personas, el uso excesivo de la Internet predispone al desarrollo de síntomas depresivos [78].

Adicionalmente, en el análisis de regresión múltiple, las covariables que resultaron estadísticamente significativas fueron sexo masculino, presencia de trastornos alimentarios, insomnio subclínico, uso de dispositivos por más de 2 h y uso de Internet para actividades académicas. Estas covariables pueden explicar parte de la asociación, ya que es posible que quienes pasan más tiempo en Internet también tengan más exigencias académicas, experimenten más trastornos del sueño o tengan más dificultades para regular sus hábitos alimenticios. Sin embargo, otros mecanismos subyacentes, como el aislamiento social o las interacciones negativas en línea, también pueden contribuir a la asociación entre el uso de Internet y los síntomas depresivos.

En cuanto a la ansiedad, se evidenció que la prevalencia de ansiedad aumentó en un 196% en escolares con DAI severa; en comparación con los que no tenían DAI. Esto es contrario a lo descrito en una investigación realizada en tiempos de la pandemia de COVID-19, donde se encontró que a mayor puntuación del IAIT, menor nivel de ansiedad se obtenía en estudiantes de medicina en Malasia [79]. Mientras que estudios realizados antes de la pandemia de COVID-19, como lo describe Ostovar S. et al. en su investigación con 1052 adolescentes, encontró que la DAI se relaciona significativa y positivamente con un aumento de la ansiedad, concluyendo que los adolescentes con niveles más altos de DAI tenían niveles más altos de ansiedad [25]. Seyrek S. et al. encontró una correlación positiva entre la puntuación total de la Young Internet Addiction Scale (YIAS) y la puntuación total del Beck Anxiety Inventory (BAI) [24]. Nuestra asociación podría explicarse por el hecho de que el TAI no genera relaciones interpersonales que se comporten como una medida de resiliencia que reduzca el desarrollo de síntomas de ansiedad [80]. Este tipo de relaciones personales son trascendentales para evitar síntomas negativos de salud mental en los escolares, sin embargo, durante la pandemia del COVID-19, estas relaciones no se han generado debido al aislamiento forzoso.

A mayor número de horas de uso de dispositivos para conectarse a Internet, mayor prevalencia de sintomatología depresiva. Esto es similar a lo informado por Ozlem F. et al. en tiempos de la pandemia de COVID-19, donde encontró que los adolescentes que usaban Internet 3 h o más por día tenían más probabilidades de tener problemas psicosociales, como sintomatología depresiva, en comparación con aquellos que usaban Internet menos de 2 h por día. día [68]. También concuerda con lo descrito por Boonvisudhi T. et.al. quienes encontraron que el uso de Internet durante más de cinco horas al día se asoció con una mayor probabilidad de depresión [81]. Sin embargo, difiere de lo encontrado por Pérez T. et.al. que tuvo como población a estudiantes de secundaria y bachillerato, donde los síntomas de depresión no se correlacionaron con el tiempo dedicado a Internet [82]. Nuestra asociación podría explicarse porque la pandemia de la COVID-19 provocó un aumento del uso de Internet a través de dispositivos para realizar diferentes actividades educativas y sociales, sustituyendo todo tipo de interacción cara a cara lo que provocaría depresión [83] .

Los escolares que reportaron utilizar Internet con fines académicos redujeron la prevalencia de sintomatología depresiva en un 15,0%. Esta asociación no se encontró en ningún otro trabajo de investigación similar. Nuestra asociación podría explicarse porque los adolescentes con una carga académica estresante, como los exámenes, presentan altos niveles de ansiedad, por lo que realizar este tipo de tareas suprime el desarrollo de síntomas depresivos y al mismo tiempo obtiene una mayor satisfacción que previene esta patología [84].

Los escolares que habían consumido alcohol alguna vez tenían una prevalencia de sintomatología depresiva 7 veces mayor. Esto es similar a lo reportado en un estudio realizado en México, donde estimaron una asociación entre el consumo de alcohol asociado a la depresión en adolescentes [85]. Sin embargo, difiere de lo encontrado por Estela S. Et. hacia. en 678 estudiantes peruanos, donde no se encontró asociación entre el consumo de alcohol y la sintomatología depresiva [77], al igual que otras investigaciones en Japón [86] e Italia [87]. Nuestra asociación se debe a que el alcohol actúa como un poderoso depresor del sistema nervioso, que a través de pequeñas dosis provoca la falsa sensación de mejoría en los síntomas de tristeza, ansiedad y pensamientos negativos. Sin embargo, su consumo excesivo conduce al desarrollo de los efectos depresores del alcohol a través de su conexión con cambios en los circuitos mesocorticolímbico, opioide y glutaminérgico [88] que produce cambios en la neurotransmisión y el sistema endocrinológico que, de mantenerse, producirá un aumento físico y deterioro mental, llegando a afectar significativamente la vida de la persona y el desarrollo de síntomas depresivos [89].

Tener un trastorno alimentario aumenta la prevalencia de sintomatología depresiva en un 25,0%. Esto es similar a lo informado por Carmiña M. et al. en Bolivia, quienes encontraron una correlación positiva entre los trastornos alimentarios y la sintomatología depresiva [90]. La relación demostrada entre los trastornos alimentarios y la sintomatología depresiva podría explicar nuestra asociación. Se ha demostrado que la presencia de síntomas bulímicos contribuye a los síntomas de depresión, ya que estos síntomas pueden provocar sentimientos de vergüenza y culpa que lleven al deterioro de la persona [91] demostrando que la presencia de algún trastorno alimentario se asocia a cuatro -veces de aumento en el riesgo de desarrollar depresión [92]. Sin embargo, esta controversia permanece, por lo que nuestros resultados se suman a la evidencia disponible.

Los escolares que padecen insomnio subclínico tienen un 28,0% más de prevalencia de sintomatología depresiva. Esto es similar a lo informado por Shuang-Jiang et al. en su estudio que incluyó a adolescentes y adultos jóvenes chinos de 12 a 29 años durante parte de la pandemia de COVID-19, encontró en un análisis de regresión logística binaria que la depresión está significativamente asociada como un factor de riesgo para el insomnio [93]. Asimismo, Chunliu Luo et al. encontró que la nueva incidencia y la persistencia del insomnio se asociaron significativamente con la depresión [94]. Nuestra asociación podría deberse a la pandemia de COVID-19 por la mayor incidencia de depresión que conduce a episodios de insomnio; porque el riesgo de desarrollar un nuevo episodio de depresión mayor era mayor en los pacientes con insomnio al inicio del estudio y que persistía un año después. Fisiológicamente esto se puede explicar por estudios polisomnográficos que se realizan en pacientes con episodios de depresión mayor y presentan tres tipos de anomalías: alteración de la continuidad del sueño, reducción del sueño profundo N-REM, especialmente en el primer ciclo de la noche , y alteraciones del sueño REM [95].

El sexo femenino se asoció con mayor prevalencia de sintomatología depresiva. Esto es similar a lo informado por Zeng Zhang et al. en tres escuelas secundarias, encontrando una asociación positiva entre el sexo y la depresión [70]. Sin embargo, difiere de lo encontrado por Ostovar S. et al., quienes concluyeron que existía una mayor IAD con depresión asociada a los varones [25]. Nuestra asociación se justifica porque, en la adolescencia, las mujeres son más propensas a presentar sintomatología depresiva debido a cambios biológicos y hormonales en la etapa menstrual, debido a fluctuaciones hormonales como los estrógenos, que alteran la química cerebral [96]. Además, estudios previos mencionan que las adolescentes mujeres tienden a sentirse mal por mucho más tiempo que los adolescentes hombres, lo que sugiere que son más propensas a sufrir depresión [97]. Además de las adolescentes mujeres, necesitan más aprobación y se sienten exitosas para estar seguras. [98], entre otros factores como los socioculturales (mayor disposición y facilidad de las mujeres para informar y admitir sentimientos depresivos y ansiosos y la multiplicidad de roles en la familia) y biológicos (predisposición genética, hormonas sexuales, reactividad endocrina al estrés, sistemas de neurotransmisión y determinantes neuropsicológicos) [99].

El sexo femenino se asoció con una mayor prevalencia de ansiedad. Esto es similar a lo informado en China, donde hubo una asociación positiva entre el sexo femenino y la ansiedad [70]. Sin embargo, difiere de lo encontrado por Ostovar S. et al. en su investigación con 1052 adolescentes reveló que los hombres tienen puntuaciones medias más altas en depresión [25]. Nuestra asociación se debe a las diferencias entre ambos sexos en cuanto a la etiología y curso de trastornos psiquiátricos como la ansiedad, ya que se han evidenciado diferencias sexuales, tanto en estructura como en función; Las regiones cerebrales anterior y límbica son extremadamente sensibles a las hormonas liberadas durante el estrés, especialmente a los glucocorticoides [100]. Mientras que la forma de afrontamiento de la persona, su rol en función del género, el nivel económico, el nivel educativo, el estado civil, el apoyo social, el aislamiento social, las adversidades durante la infancia, los cambios sociales, las normas culturales y la vulnerabilidad a la exposición a eventos estresantes hacen que la prevalencia de la ansiedad varían según el sexo [101].

Tener un trastorno alimentario (TA) aumenta la prevalencia de ansiedad en un 37,0%. Siendo superior a lo informado por Mérida C. et al. en una escuela de adolescentes de La Paz, donde el 86,0% del Grupo de Riesgo de TCA, el 72,2% con anorexia y el 88,2% con Bulimia presentan ansiedad respectivamente. Además, demuestra que existe una correlación positiva entre los TCA y la ansiedad [90]. Sin embargo, se ha demostrado una causalidad bidireccional entre las variables [102].

Tener insomnio subclínico aumenta la prevalencia de ansiedad en un 42,0%. Esto es similar a lo informado por Chunliu Luo et al. obteniendo una correlación positiva entre el insomnio y la ansiedad [94]. Esta asociación puede explicarse porque se establece la falta de sueño; el organismo, a través de una reacción fisiológica, aumenta los niveles de ansiedad y estrés, lo que genera mayor estado de alerta y dificultad para relajarse y descansar [103]. Los mecanismos asociados al insomnio son un desequilibrio hormonal y neuronal que produce alteraciones en la secreción de cortisol, que suprime el sueño, entre otras hormonas implicadas en el ciclo sueño-vigilia [104].

Los escolares que informaron utilizar Internet para interactuar socialmente aumentaron la prevalencia de ansiedad en un 31,0%. Esto es similar a lo dicho por Huanca J. en estudiantes preuniversitarios de la ciudad de Arequipa-Perú, encontrando que en los grupos con mayor cantidad de horas conectadas a las redes sociales presentan mayor prevalencia de ansiedad [105]. Nuestra asociación puede explicarse porque los adolescentes refieren que sus sentimientos de ansiedad aumentan cuando ven a sus amigos constantemente de vacaciones o disfrutando de las noches; esto puede hacer que los jóvenes sientan que se están perdiendo cosas mientras que otros disfrutan de la vida. Estos sentimientos pueden promover un efecto de "comparación" y "desesperación". En conclusión, las imágenes a menudo poco realistas que se ofrecen en las redes sociales pueden hacer que los jóvenes tengan sentimientos de timidez, baja autoestima y búsqueda del perfeccionismo que pueden manifestarse como trastornos de ansiedad [83].

El uso de Internet ha aumentado en el contexto de la pandemia de COVID-19. Nuestros resultados brindan información sobre una población poco explorada en nuestro país, como son los escolares, quienes representan una población vulnerable ante eventos estresantes. Implementar el acceso a Internet como pilar en la educación ha sido trascendental para la continuidad de la educación. Sin embargo, su uso excesivo conduce al desarrollo de síntomas negativos para la salud mental a través de factores intermediarios (asociados) que se deben tener en cuenta para evitar su aparición a través de programas de asesoramiento enfocados en el uso correcto de los dispositivos electrónicos con el apoyo de sus padres como orientadores, además de implementar capacitaciones semestrales para todos los estudiantes donde se resaltan las complicaciones de su uso excesivo, teniendo en cuenta que este grupo etario es altamente vulnerable [106].

Según el conocimiento de los autores, este estudio es el primero en estudiar la prevalencia de IA y su asociación en estudiantes de secundaria. de una región peruana en este contexto inédito con una gran población alcanzada. Asimismo, los cuestionarios utilizados son instrumentos validados y confiables para evaluar las variables de estudio. La información obtenida de los cuestionarios fue favorable gracias a la voluntad participativa de los padres de familia de los alumnos y al ser una población numerosa, fueron cumplimentados adecuadamente. Finalmente, los resultados de esta investigación servirán de base para otros estudios sobre DIA y salud mental.

Una limitación de nuestro estudio es el diseño transversal, que no permitió identificar relaciones causales entre las variables de estudio. Asimismo, el estudio podría presentar sesgos por falta de representatividad y porque la muestra no probabilística elegida no es una reproducción adecuada para extrapolar los resultados a otras regiones del país. La prevalencia de DIA en nuestro estudio puede estar subestimada porque la participación fue voluntaria y solo se basó en la sinceridad de los estudiantes. También podría estar sobrestimado debido al mayor interés de los participantes que presentaron los síntomas. Otra limitación es que no se evaluaron variables de confusión, como el nivel de estrés, el nivel de satisfacción con la comunicación familiar [107], la duración del sueño, el estudio y la cantidad de tareas asignadas [108], el nivel educativo de los padres y número de miembros en el hogar [109] y disfunción familiar [110] variables que se asociaron con el desarrollo de estos síntomas negativos de salud mental.

Encontramos que 2, 1 y 3 de cada 10 estudiantes presentaban DAI, sintomatología depresiva y ansiedad, respectivamente. No encontramos asociación entre la DAI y la sintomatología depresiva, pero sí con la ansiedad. Entre los factores asociados al desarrollo de sintomatología depresiva se encuentran el sexo masculino, la presencia de trastornos alimentarios, el insomnio subclínico, el uso de dispositivos por más de 2 h y el uso de Internet para actividades académicas. En relación a la ansiedad, los factores asociados son el sexo femenino, la presencia de trastornos alimentarios, el insomnio subclínico y el uso de Internet como interacción social. Recomendamos implementar programas de asesoramiento ante la inminente introducción de Internet como pilar en la educación.

El conjunto de datos generado y analizado durante el estudio actual no está disponible públicamente debido a la restricción de intercambio de datos establecida por el comité de ética, pero está disponible del autor correspondiente a pedido razonable.

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Descargar referencias

MJV-G. fue apoyado por el Centro Internacional Fogarty de los Institutos Nacionales de Salud Mental (NIMH) bajo el número de adjudicación D43TW009343 y el Instituto de Salud Global de la Universidad de California.

El estudio fue autofinanciado.

Faculty of Medicine, Universidad de San Martín de Porres, Chiclayo, Peru

Jean C. Pérez-Oyola y Dionela M. Walter-Chávez

Universidad Nacional Daniel Alcides Carrion, Facultad de Medicina Humana, Pasco, Peru

J. Pierre Zila-Velasque

Red Latinoamericana de Medicina en La Altitud E Investigación (REDLAMTAI), Pasco, Peru

J. Pierre Zila-Velasque

Facultad de Medicina, Universidad Continental, Lima, Perú

César Johan Pereira-Victorio

Unidad de investigación para la generación y síntesis de evidencias en salud, Universidad San Ignacio de Loyola, Lima, Peru

Virgil E. Failoc-Rojo

Instituto de Investigación en Ciencias Biomédicas, Universidad Ricardo Palma, Lima, 15039, Peru

Víctor J. Vera-Ponce

Universidad Tecnológica del Perú, Lima, 15046, Peru

Víctor J. Vera-Ponce

Escuela de Medicina, Universidad Cesar Vallejo, Piura, Peru

Danai Valladares-Garrido & Mario J. Valladares-Garrido

Oficina de Epidemiología, Hospital Regional Lambayeque, Chiclayo, Peru

Mario J. Valladares Garrido

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JCP-O., DMW–C., JPZ-V., CJP–V., VEF-R., VJV-P., DV-G. y MJV-G. contribuido a la concepción y diseño del estudio. JCP-O., DMW–C., CJP–V., VEF-R., VJV-P., DV-G. y MJV-G. participó en la adquisición, el análisis y la interpretación de los datos. JCP-O., DMW–C., CJP–V., VEF-R., VJV-P., DV-G. y MJV-G. redactó y revisó el manuscrito. Todos los autores leyeron y aprobaron la versión final del manuscrito.

Correspondencia a Virgil E. Failoc-Rojas o Mario J. Valladares-Garrido.

Este trabajo de investigación fue revisado y aprobado por el comité de ética en investigación de la Universidad de San Martín de Porres (Oficio No. 391-2021). Se garantizó la confidencialidad de la información proporcionada por los estudiantes, utilizando base de datos anonimizada. Se solicitó consentimiento informado a los padres de los menores encuestados, informando la finalidad del estudio, y no divulgando ningún dato personal. Adicionalmente, se solicitó el asentimiento informado a los escolares cuyos padres autorizaron su participación. El estudio siguió los principios establecidos en la Declaración de Helsinki.

No aplica.

Los autores declaran no tener conflictos de intereses.

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Pérez-Oyola, JC, Walter-Chavez, DM, Zila-Velasque, JP et al. Adicción a Internet y trastornos de salud mental en estudiantes de secundaria de una región peruana: un estudio transversal. BMC Psiquiatría 23, 408 (2023). https://doi.org/10.1186/s12888-023-04838-1

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Recibido: 19 febrero 2023

Aceptado: 03 mayo 2023

Publicado: 07 junio 2023

DOI: https://doi.org/10.1186/s12888-023-04838-1

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